domingo, 27 de noviembre de 2011

NIÑOS DE LA CALLE



La vida diaria de los Niños de la Calle Sociedad: Los niños de la calle ven a los demás, especialmente a los adultos, con una mezcla de desconfianza y oportunismo. Los turistas son un buen objetivo porque son impactados por lo que ven, lo contrario que muchas de las personas que viven allí, quienes tratan de quitar importancia a estos jóvenes. Defraudados una y otra vez y dados por imposible por la sociedad en general, muchos niños de la calle toman el estándar, los valores y posesiones de sus comunidades con total desprecio. ¿Cómo pueden respetar una sociedad que les ha abandonado- tirado como si fueran basura? Comida: Los niños de la calle comen lo que pueden. Sus estómagos no siempre están vacíos, pero probablemente estén desnutridos. Sus cabellos cobrizos pueden parecer agradables, pero seguro que es un signo de una seria carencia de las vitaminas adecuadas. Si no hay suficiente dinero, entonces siempre están los contenedores de basura en los que escarbar, las puertas de atrás de algunos restaurantes que tiran las sobras al final de la noche y cualquier cosa que se pueda robar en una tienda. Dinero: Los niños de la calle son muy creativos cuando se trata de ganar dinero. Mendigar puede ser bueno si se tiene a un hermano o hermana de aspecto dulce y con una expresión que dé pena. Y luego está el sexo. Esto es lo que más dinero proporciona. Sexo heterosexual o homosexual, en habitaciones de hotel, en los asientos traseros de los coches, o en callejones oscuros, mientras un amigo vigila la calle principal. Dormir: Los niños de la calle duermen donde se sienten más seguros. La puerta de una tienda, un banco en la plaza, un conducto de aire caliente, cerca de una hoguera en la playa, las escaleras de una estación de tren. Muchos de ellos duermen de día, pensando que están más seguros durante las horas diurnas. Algunos duermen solos, otros se acurrucan juntos en busca de calor o protección. La cama es un trozo de cartón, una manta vieja, periódicos. Si tienen la suerte de tener un par de zapatos, se los quita y duerme con ellos bajo la cabeza, para poder darse cuenta de si alguien quiere robárselos. Las monedas que sobran se las meten en la boca. Estos niños nunca saben cuando serán despertados por la bota de un policía, por un chorro de agua fría de un camión de la limpieza, o incluso por una bala de un grupo de vigilantes o de un oficial de la ley que usa su arma alegremente.
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